José Saturnino es doctor en Sociología y máster de Economía de la Educación. Profesor en la Universidad de La Laguna, ha sido profesor en la Universidad de Salamanca e investigador invitado en las universidades de Wisconsin y Buenos Aires, entre otras. Su último libro es «La equidad y la educación» (Los Libros de la Catarata).
Se habla de crisis sanitaria y de crisis económica pero, ¿estima que estamos también ante una crisis educativa? ¿Considera que el confinamiento marcará educativamente a toda una generación?
La catástrofe ha llevado a que todos los aspectos de nuestra vida estén en crisis, incluida la educación, sin duda. Estamos ante una situación tan novedosa e inesperada, sin casos similares a los que compararnos, dada la magnitud del fenómeno, que no soy muy partidario de hacer previsiones. El sentido común nos lleva a pensar que, de alguna manera, marcará a la generación que está escolarizada.
Por un lado, supone que, de golpe, mucha gente se está familiarizando con herramientas de docencia virtual que antes no manejaba, o no con la misma intensidad. Puede que esta docencia como apoyo a la docencia presencial cobre más fuerza, sobre todo en la desescalada y hasta que haya vacuna, pues no se puede volver a llenar las aulas. Por otro lado, aunque se nos está haciendo muy largo, la escolarización obligatoria dura diez años, y un grado universitario, cuatro. Esto quiere decir que en algunos estudios hay tiempo para cambiar su diseño, adaptarnos a la situación y que no haya un efecto “cicatriz”, es decir, que no quede un efecto negativo que acompañe largo tiempo, incluso durante su vida, al alumnado que haya pasado por esta experiencia.
¿Cómo valora la gestión del Gobierno de España en el ámbito educativo durante el estado de alarma? ¿Qué opina de que finalmente no se vaya a reanudar la docencia presencial este curso?
Se me hace difícil valorar la gestión del Gobierno central pues no hay protocolos para definir qué es lo correcto en una situación así, no tenemos nada que comparar. Los gobiernos de cada país no han tenido más remedio que tomar decisiones sobre la marcha en función de los datos, de lo que dicen los expertos en epidemiología y anteponiendo, sobre todo, la lucha contra la crisis sanitaria. “La lechuza de Minerva levanta su vuelo al caer la noche”. Esta cita de Hegel quiere decir que solo podemos comprender lo que nos ha pasado una vez ha finalizado. No es lo que desea buena parte de la población, pero es que sin tener una visión conjunta de todo el proceso es difícil saber si está yendo bien o mal. Hay medidas que sobre la marcha sí se puede detectar que están generando problemas y, por tanto, deben corregirse, o que se está actuando bien. Por ejemplo, ha habido diferentes instituciones que han repartido dispositivos electrónicos y tarjetas SIM entre el alumnado con más dificultades económicas. Pero evaluar el conjunto es más complejo.

¿Qué le parece la propuesta de los campamentos de verano académicos para recobrar el aprendizaje perdido y reforzar al alumnado rezagado, como parte de la recuperación del Plan PROA (Plan de Refuerzo, Orientación y Apoyo) que desapareció en 2012?
Creo que es una medida bien intencionada, pero con ciertas complejidades. El alumnado que se va a ver más afectado por el parón educativo es el de más bajo nivel socioeconómico y cultural, así como el que ya planteaba más dificultades de aprendizaje. Las familias con domicilios con espacio, disponibilidad de dispositivos, buenas conexiones a Internet y un nivel educativo medio alto pueden compensar todo aquello que es necesario para seguir la docencia virtual. La escuela, cuando hace bien su trabajo, como es lo habitual, compensa todas estas diferencias entre familias. Menos escuela es más desigualdad entre alumnado, según su origen social y sus dificultades de aprendizaje. Por todo ello, me parece bien que la suspensión de clases se equilibre de alguna manera para que todo este alumnado que se puede ver perjudicado acceda a medidas compensatorias y no esté tanto tiempo sin clases.
Pero la medida es compleja. Por un lado, esto no quiere decir que simplemente se alargue el curso escolar, dejando al profesorado sin vacaciones. Por otro lado, el volumen de plazas necesarias para llevar esto a cabo es mucho mayor que el de los campamentos de verano tradicionales. Además, con las medidas de distanciamiento físico (mal llamado social), todavía se van a necesitar infraestructuras más espaciosas. Asimismo, estas actividades de refuerzo no pueden ser una réplica de las actividades docentes que se han dejado de realizar. La crisis es un buen momento para rebajar el trabajo educativo de trasmisión de conocimientos a favor del trabajo de generación de competencias. Tenemos un sistema educativo muy centrado en impartir un libro de texto, que luego, en el examen, el alumnado replica, o en saber hacer unos pocos ejercicios estereotipados y rutinarios. Este tipo de aprendizaje no suele ser significativo y tiende a ser olvidado con facilidad, como prueba que si presentáramos un examen a una persona adulta universitaria posiblemente no sabría responderlo (si no es de su especialidad profesional). Las actividades docentes que se planteen tienen que estar más enfocadas a mantener y avanzar en la lecto-escritura, las capacidades analíticas y las de relación. Pero eso es difícil, pues toda la experiencia de nuestro sistema educativo está enfocada más a la adquisición de conocimientos, entendiendo las competencias como un subproducto de este aprendizaje enciclopédico.
Por último, está la cuestión de la financiación. Educación es una competencia autonómica y los programas PROA estaban cofinanciados entre administración central y autonómica. El problema, sobre todo, es de dónde va a salir el dinero, cuando tenemos previsiones de que el déficit público puede irse a un 10% del PIB, es decir, casi uno de cada tres euros de presupuesto público se van a desvanecer.
la brecha que más se va a agrandar es la que tiene que ver con el nivel cultural de las familias
A su juicio, ¿la actual coyuntura va a contribuir a ahondar la desigualdad en el sistema educativo? ¿La brecha digital es determinante de esta desigualdad o determina más la desigualdad socioeconómica (niveles formativo y adquisitivo de los progenitores)?
Como dije antes, menos escuela de calidad es más desigualdad. He estado haciendo algunas estimaciones y, en principio, si bien existe brecha digital, al menos en el alumnado de secundaria no es tan grande. Por supuesto que hay casos de falta de acceso, pero suponen una proporción pequeña y, posiblemente, están muy concentrados en centros de barrios con muy bajo nivel socioeconómico y cultural. Creo que la brecha que más se va a agrandar es la que tiene que ver con el nivel cultural de las familias. El apoyo y la supervisión que necesita el alumnado es muy difícil de hacer por familias con escasa experiencia escolar, o con una experiencia escolar que no ha sido buena. Es obvio que en una casa pequeña, con conexión a internet solo con el móvil, con tarifa de datos y con adultos escasamente escolarizados, la situación educativa va a ser muy negativa. Por eso, como dije antes, la importancia de algún tipo de acción educativa durante el verano.
¿Cree que este cambio en el normal discurrir del currículo educativo podría aprovecharse como una oportunidad para reformular y mejorar el sistema educativo?
No sé hasta qué punto el shock de la crisis va a llevar a cambios profundos en muchos ámbitos. La sensación que tengo es que se produce mucho lo que se conoce como sesgo de confirmación, es decir, que se interpreta cualquier hecho novedoso como un argumento a favor de lo que ya se pensaba previamente. Los esquemas de pensamiento, los marcos cognitivos, las ideas profundas, como por ejemplo, la idea de qué es una buena educación, no tienen que ver con cómo nos afecta una crisis sanitaria. Quizá, como mucho, la crisis pueda cambiar la idea que tenemos sobre la importancia de la Sanidad pública para una buena salud pública. Pero en otros ámbitos que no sean los sanitarios o de la distancia física, dudo que el shock que estamos viviendo nos transforme. Pero también depende de que se encuentre una vacuna o una cura rápida y efectiva. Cuanto más dure la “nueva normalidad”, más nos olvidaremos de la “vieja normalidad”.
Esta entrevista fue realizada el pasado mayo. Este mes de julio José Saturnino ha sido nombrado director de la Agencia Canaria de Calidad Universitaria y Evaluación Educativa (ACCUEE).